miércoles, 31 de agosto de 2016

Gracias, Rulo.



Tania Martín

"El mejor guerrero no es el que triunfa siempre sino el que vuelve sin miedo a la batalla". No hay frase que mejor resuma el pasado rojiblanco de Raúl García. Ya nadie recuerda los malos momentos que vivió Raúl García con la afición del Atlético de Madrid, y no porque la gente tenga mala memoria, sino porque él hizo que se olvidaran y lo malo se convirtiera en lo mejor. Solo con trabajo. Sin regalar los oídos a nadie.

Hace nueve años que llegó a las filas colchoneras procedente de Osasuna para ganar títulos con el que sería el equipo de sus amores. Levantó la Europa League, Copa del Rey, Liga y la Supercopa de Europa sin hacer mucho ruido. Recorrió un camino profesional, durante cinco temporadas, ligado a las rayas rojiblancas pero en la temporada 2011/2012 sus caminos se separaban, tomaban rumbos diferentes: Raúl volvía a Osasuna y el Atlético de Madrid empezaba a despegar por Europa. Él lo observaba en la distancia pero su separación no iba a durar mucho tiempo. En 2012, y rompiendo con el dicho "segundas partes nunca fueron buenas" regresó al equipo de Simeone para ganarse el cariño y el respeto de una afición exigente, de un cuerpo técnico y de un club. 
Raúl siempre fue de pocas palabras. Sin escándalos fuera del terreno de juego y siendo ejemplo dentro del vestuario para jóvenes canteranos. En la 13/14 fue elegido tercer capitán por detrás de Gabi y Tiago. Un año más tarde subió un escalón siendo nombrado 2º capitán, un privilegio al alcance de pocos. Y que él defendió como pocos, también. En 2015 llegó el momento que nadie quería que llegara: su despedida. 

Solo las grandes personas dejan huella allá por donde va. Y en esa Sala Vip del Vicente Calderón, el 31 de agosto de 2015, se respiraba sentimiento, emoción, tristeza. Y no solo por parte de Raúl, que no era capaz de enlazar dos palabras seguidas sin soltar una lágrima, también por parte de unos compañeros afectados. Koke y Juanfran no podían esconder el brillo de sus ojos y las lágrimas cayendo. Gabi intentaba mantener el tipo pero su cara lo decía todo. Y así uno a uno. 

No hay mejor homenaje para un jugador que, un año después de su salida de un club, la gente le siga recordando con el mismo cariño que el primer día. Que estén pendiente de sus goles, jugadas y lesiones. Que le arropen en todo momento pese a que ya no vista su camiseta. El destino ha querido que él esté presente en el último partido que se jugará en el Vicente Calderón. Verá como uno más como las luces de su casa se apagan para siempre, porque esa es su casa y el Atleti su familia.